miércoles, 6 de marzo de 2013

AUTOESTIMA, SEXUALIDAD Y JOVENES



La autoestima es una característica del ser humano que le acompaña a lo largo de toda su vida. Podríamos definirla como lo que pensamos de nosotros mismos respecto a las propias capacidades para conseguir lo que nos proponemos. Depende de las relaciones que desde la infancia se establecen en la familia, en la escuela y con las amistades.

La consecuencia de la poca autoestima es la vergüenza, es decir, tenemos vergüenza cuando nos parece que nuestros fines no merecen la pena o nos consideramos incapaces de alcanzarlos debido a un defecto propio. Vergüenza y autoestima forman un círculo vicioso, pues quien se avergüenza se siente inferior y de alguna manera disminuido. La vergüenza siempre es ante otros y nos hace perder la confianza en nosotros mismos y valorar cada vez menos lo que nos gusta, lo que queremos y las posibilidades que tenemos de lograrlo. La vergüenza conduce al aislamiento social, infierno donde lo haya en toda etapa del ser humano, pero más aún en la adolescencia, pues la relación con los iguales ocupa el primer valor y son escasos los mecanismos de compensación y, los pocos que tienen, como puede ser el éxito en los estudios, no suelen ser valorados por sus iguales.

Esta situación de baja autoestima y vergüenza va acompañada en algunas ocasiones de falta de habilidades sociales que provocan problemas de convivencia, en la mayoría de las ocasiones por parte de los chicos, que esconden sus carencias en la falta de respeto y la indisciplina.

El profesorado tenemos como obligación potenciar la autoestima de nuestro alumnado resaltando sus
buenas cualidades y animándoles a desarrollarlas, pues un taller de autoestima seguido de una clase
en la que no seamos capaces de encontrar nada positivo en el alumnado quedaría cuando menos
incongruente, pudiendo llegar a lo ridículo. Nadie puede tener una mínima autoestima si no es estimado en alguna medida, pues ésta descansa en el reconocimiento de los demás. No podemos olvidar, asimismo, que la autoestima debe desarrollarse al tiempo que nuestra capacidad de respeto y valoración de las demás personas, alejándonos, entonces, del egocentrismo y la prepotencia.

Ahora bien, no debemos perder de vista que las capacidades y metas siguen estando cruzadas por los
estereotipos de género. Hay expectativas y cualidades que se ajustan más a “modelo chica” y las que
se ajustan más a “modelo chico”. Debemos estar alertas para que las chicas no se estimen más por
determinadas capacidades y se ajusten a determinadas expectativas y los chicos a otras. Esto implica
no atribuir al azar o a la naturaleza comportamientos e intereses del alumnado que están marcados por los estereotipos sociales.

En el caso de la vergüenza que comentábamos más arriba, diversos estudios como el de Michael Lewis, nos confirman la existencia de dos mundos de autoestima: el de las chicas y el de los chicos y por extensión el de las mujeres y varones. Las chicas se autoinculpan más de los fallos y, por tanto, caen con más frecuencia en el sentimiento de vergüenza, mientras que los éxitos los atribuyen más al azar y a sucesos externos y, por ende, dejan pasar más las ocasiones de sentirse orgullosas. Mientras, en los chicos es a la inversa: atribuyen al azar y a las circunstancias externas los fracasos y a su valía los éxitos.

Respecto a qué produce vergüenza en chicos y chicas, también el estudio que comentamos nos muestra diferencias según el sexo: los chicos sienten vergüenza por fallos en el trabajo, en los deportes o relacionados con la potencia sexual que se supone deben demostrar, mientras que las chicas lo hacen con asuntos relativos al atractivo físico o a las relaciones personales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario